Democracia televisada

El fin de la democracia sí será televisado. Incluso, aplaudido. Tal vez, hasta nos dejen mandar SMS para participar en directo, o comentar los acontecimientos por whatsapp. Es la democracia televisiva, el debate político convertido en espectáculo. Creemos que tenemos información, datos (lo que, por otro lado, no es ni mucho menos una forma de conocimiento) por poder ver, en todo momento, a fulanos paniaguados discutiendo muy alto al otro lado de la pantalla si Rajoy sí o si Rajoy no. Puro showtime.
Quizás sería mejor potenciar otros aspectos de la democracia, claro. Buscar, por ejemplo, el modo de forzar a un Presidente cobarde y más que presuntamente ladrón a dar explicaciones en el Parlamento. Conseguir, también, que las primarias andaluzas del PSOE no se presenten como democracia interna cuando han sido un claro ejemplo de elección dirigida desde la élite. Modernizar, ya que estamos, el modo en que las administraciones comunican en qué se gastan nuestro dinero y quién lo disfruta. Explicar, igualmente, por qué tenemos a los trabajadores de astilleros de toda España manifestándose para que no tengan que devolver las ayudas fiscales los bancos, Zara o El Corte Inglés. Apoyar que sea imposible, o hasta ilegal, subir las tasas universitarias un 60% en dos año y que aquí no pase nada. Porque, por supuesto, aquí nunca pasa nada. Y si pasa, lo echan por la tele y lo vemos desde casa. 
Pero, ¿para qué molestarse? La libertad, nos dijeron, es poder elegir. Y nosotros podemos. PP o PSOE. Mediaset o Grupo Antena 3. Real Madrid o Barcelona. Bretón o Marta del Castillo. La realidad falseada o la evasión sin excusas. Tratar de corregir el sistema o apearse aquí y, oye, que se salve quién pueda, porque esto ya no hay quien lo aguante.
Hay ganas de vacaciones. Vacaciones de todo y de todos. 

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