Esa mentira

Tengo la sensación – casi la certeza – de que esta ruina cada vez más evidente no es fruto de la casualidad o de la estulticia de nuestros gobernantes, sino el fin buscado por una clase dominante que sabe que ante la carencia de recursos brota ese egoísmo, ese instinto de supervivencia, que todo humano lleva clavado en lo más profundo de su mapa genético.
Ante la crisis, creen, tenderemos a refugiarnos en nuestro núcleo familiar o tribal y comenzaremos a temer a los otros, a los de fuera. Y no les falta razón. Sólo así se entiende que en Euskadi un gobierno bien valorado (si hacemos caso a las encuestas) vaya a perder las elecciones frente a dos partidos nacionalistas; que en Cataluña los recortes no pasen factura a Mas o que en Galicia un gobierno valorado como nefasto por los ciudadanos vaya a reeditar, o quede cerca de hacerlo, una mayoría absoluta.
Se entiende así y por la irracionalidad que, nos guste o no, preside toda acción humana.
Hace unos años lo dijo muy bien el poeta Agustín García Calvo: «El Régimen que soportamos está basado en la Fe de que cada uno de nosotros sabe lo que quiere, lo que compra, lo que vota. Esa mentira.»

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