El triunfo del pensamiento neoliberal comenzó por las palabras. Las privatizaciones las llamaron liberalizaciones. La supresión de los derechos, competitividad. A los recortes, austeridad. A los líderes sindicales, vividores. A la subida de impuestos, un ajuste temporal. Al rescate de los bancos, una inyección de liquidez. Y al problema de deuda, de credibilidad.
Hoy, Rajoy ha dado un paso más en esa conquista de las palabras y ha dicho que los presupuestos son duros, pero «que no había otra alternativa». Y sabía lo que decía: soy yo, o el caos. O los recortes o la anarquía. Porque no hay otra alternativa.
Ese ha sido el triunfo de la derecha, no en España, sino en el mundo: convencernos de que no hay otra alternativa.
Y lo peor es, que mirando al erial ideológico de la izquierda, uno puede llegar a pensar que es verdad.