Nueva publicidad del metro de Madrid y un comentario sobre la clase media

He llegado al curro cabreado a más no poder. Y todo por esta publicidad de Metro de Madrid en la que se referencia el precio del billete sencillo en varias ciudades del mundo para concluir que el de Madrid, pese al «tarifazo» de hace unos meses que encareció el billete un 50%, es el más barato.

Les decía a mis compañeras que había que ir con un rotulador y pintar al lado la renta per capita de las ciudades señaladas en la publicidad, para que así la gente tuviera toda la información. Bien, pues no ha hecho falta. Ya lo han hecho en Internet. La imagen es ésta. Comparen las dos, y lloren.

Aunque lo que me indigna de verdad es la ceguera de la ciudadanía madrileña para ver estas cosas y cabrearse. Marx decía que el obrero que comparte los valores e intereses del capitalista es víctima de «falsa conciencia», ¿pero se puede hablar de falsa conciencia cuando es una mayoría obrera la que apuesta, como ocurre en Madrid, porque gobierne la derecha?
Tengo para mí – entre otras explicaciones – que a buena parte de la clase trabajadora española le ha ocurrido un poco lo que les ocurrió a los burgueses en el renacimiento cuando, enriquecidos, comenzaron a comprar títulos de nobleza y a comportarse como la vieja nobleza, o como los burgueses de la Francia revolucionaria que una vez llegaron al poder hicieron suyos los valores conservadores contra los que antes habían luchado al lado de los más desfavorecidos, permitiendo el ascenso del Imperio. Se trata, en suma, de que enriquecida, la clase baja española se convirtió en clase media y se creyó clase alta, haciendo suyos los valores de esa clase alta convertida, como en el medievo, en el espejo en el que mirarse. Por eso la gente no sólo ha girado a la derecha en su voto, sino que además lo ha hecho en su comportamiento, endeudándose a cambio de poder tener lujos similares – casa de vacaciones, coches deportivos, relojes y gafas de sol de marca, vacaciones con crucero, etc. – a los de la clase pudiente. Comportamiento que, dicho sea de paso, explica el éxito de programas como «Españoles (ricos) por el mundo», «Quién vive ahí», «Ricos y famosos» y demás reportajes por el estilo. Es como lo que contaban sobre la cerillera muerta de frío y hambre que vendía su producto a la puerta de la ópera de Madrid y, al ver pasar a los ricos bien abrigados y con buenas carnes, decía aquello de: «¡Qué bien vivimos en Madrid!». Así seguimos, creyendo que nosotros somos los ricos que vamos a la opera y no los pobres que venden cerillas muertos de frío. 
Lo que ocurrirá tras esta crisis – ya está ocurriendo, de hecho – es que gran parte de esa clase media se verá enfrentada a su realidad, es decir, al hecho de que son clase trabajadora y de que han sido echados al margen por los verdaderos triunfadores de la crisis que son los mismos, o muy parecidos, a los que ya triunfaban antes de ella. Todo esto conlleva, obviamente, su parte de esquizofrenia, de crisis identitaria, al no saber uno a qué grupo pertenece – la atávica necesidad de la tribu -, ni cuáles son sus objetivos y al carecer, como tanto se ha preocupado el Estado de que carezcamos, de la conveniente base cultural para valernos por nosotros mismos. En suma: despertaremos, y seguiremos siendo trabajadores.
Obviamente, ese cambio no se producirá de la noche a la mañana. En España, y en Madrid en concreto, la derecha seguirá sacando el mismo número de votos hasta la próxima generación por lo menos, ya que la escasa flexibilidad de las mentalidades no hará posible – sería la primera vez que ocurre – que una misma generación cambie sus valores una vez establecidos. Como siempre, incapacitados por el miedo, no haremos auto-crítica y nos hundiremos con nuestros valores y nuestros errores. Sostenella y no enmendalla, tal es el lema español.
En cualquier caso, sarna con gusto no pica y lo bueno que tiene la democracia es que, aun con una ley electoral imperfecta, son los ciudadanos quienes eligen a quienes les gobiernan. De modo que si la mayoría de los madrileños desea que sea Doña Esperanza Aguirre, pues bien está. Seguiremos aguantando publicidades como ésta que encabeza el post donde se demuestra que la Presidente no sólo no tiene vergüenza – no es que tenga poca, es que no tiene – sino que además sabe que le sale gratis porque el voto no cambiará. Porque, no seamos ilusos, esta publicidad no es para justificar la subida realizada hace meses, sino para suavizar las críticas ante la que vendrá en enero. Agárrense los machos y disfruten de que aún son clase media. Empobrecida y absurda, pero media. 
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