Días extraños

Hay días densos, pesados. En la calle los edificios son grises, huérfanos de luz. En las oficinas, las luces alógenas dañan la vista. El cuerpo tiene frío. Apenas hay trabajo debido al macropuente. Todo el cuerpo es una tentación de abandono, de sillón, de libro de poesía trágica o de canciones desgarradas. Hay días en que cada paso sobre las teclas del ordenador cuesta una barbaridad. Días invernales, de árboles sin hojas, de calles medio vacías y rostros congestionados, repletos de bufandas, pañuelos, gorros. Hay días en los que las horas son fardos insoportables y uno sólo sueña con una lotería, unas vacaciones perpetuas y un már cálido o una chimenea que nunca se apaga. Hay días en que valdría más no salir de la cama.

 

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