Moreno Peña y el narcotráfico

Aun con los tsunamis de información que recibimos de aquí y de allá con respecto al problema de la violencia en México, ocasionado por la lucha contra el narcotráfico, todavía es posible mantener el sentido común. Esto es: todavía es posible no dejarse engañar. Lo digo así porque creo que para todos es claro que, en primer lugar, si se produce tanta droga es porque, dato desalentador, la cantidad de consumidores es directamente proporcional, y no todos son mexicanos, por cierto. En México, en una estrategia pésima (en muchos sentidos impuesta por la política estadounidense, en donde, a pesar de ser los supuestos consumidores de lo que producimos, no hemos visto las pilas de muertos que tenemos aquí), el gobierno federal le ha apostado a las armas en lugar de, digamos, a los libros. En esa estrategia tendrá, entonces, que acabar con los traficantes y, de paso, con los consumidores, porque: ¿tendrás los recursos (instituciones, personal capacitado, medicamentos, programas de rehabilitación, etc.) para atender a todos aquellos que sufren el infierno de las adicciones? Si no lo tiene para acabar con los traficantes (y sólo se trata de disparar armas de alto calibre), tengo la certeza de que no sabrá ni qué hacer con los complejos y terribles efectos de las drogas. Pero si en lugar de invertir en armas, insisto, se invirtiera en educar a la sociedad y hacerla consciente de los daños que producen no sólo las drogas, sino también la corrupción, la incompetencia, la ignorancia, la avaricia, etcétera, entonces la sociedad (y los jóvenes, principalmente) sabría tomar la mejor de las decisiones a la hora de elegir entre comprar una micha de ice o, si se quiere, una paleta de la Villa. Por otro lado, y para cerrar con broche de oro, digo que cuando el ex gobernador Fernando Moreno Peña se jacta de que durante su gobierno no había la violencia que se vive hoy en Colima, yo le digo que no sea tan bobo (él o quienes lo asesoran) porque con eso no hace sino confirmar que su pacto con el narcotráfico era una verdad como la estatua del Rey Colimán. De otro modo, volviendo al sentido común, ¿cómo un hombre tan honesto, como se dice él, posee una riqueza que, por decir lo menos, intimida a cualquiera?

Ecos de la Costa

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