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Poemas

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El sueño de la razón

 

La cordura cerró los ojos,

sus pestañas cayeron como agujas frías

en el suelo.

 

Cansada de andar insomne,

de ahuyentar infatigable el despotismo humano,

sucumbió agotada,

abatida como un fardo a la narcosis.

 

¡Es mejor ignorar!

vendar los ojos a la lucidez,

comulgar con la estulticia y la patraña,

rendirse al miedo.

 

Durmió, entonces, la razón.

 

El oscurantismo irrumpió sigiloso

como una hueste de arañas,

cubriendo con su tela pegajosa al intelecto.

 

El mundo es pasto de la manipulación,

a día de hoy,

la razón sigue durmiendo el sueño de los justos.

 

 

Reloj de agua

 

Las olas lamen la arena
con sus lenguas de espuma,
su sonido acompasado se quiebra
con el graznido cristalino de una gaviota.

Hoy el mar se siente gris
bajo el cielo de noviembre,
los barcos, carcasas jurásicas,
astillados, salitrosos,
yacen junto a la orilla,
despojos de una hecatombe.

El mar, espejo del tiempo,
guarda en su interior los siglos
donde todo se diluye.

Él es un reloj de agua con una única aguja,
la gravedad de la esfera,
la que nunca se detiene.

 

 

Reinvernarse

 

Bienvenido, ciudadano
a este mundo artificial
donde lo superficial
toma a lo fútil de la mano.

 

Aquí todo se atempera
con unos gramos de hastío,
envasados al vacío
de un futuro en la nevera.

 

Pon la razón en salmuera,
en remojo, la rebeldía,
tu albedrío en una pecera.

 

Corre un velo de apatía,
ponte al mundo por montera
y ata corto la utopía.

 

 

Canción de arrojo

 

No hay distancia que no pueda salvar un puente,

ni sombra negra a la que no espante la risa clara de un niño.

 

Que con un soplo de ánimo,

las esporas de la vida danzarán en espiral,

desafiantes, altivas, contra todo desaliento.

 

Los augures del fracaso verán podados sus juicios

y los que urden desgracias verán segados sus hilos.

 

 

Melancolía

 

Las páginas del calendario

se pusieron amarillas,

se secaron las orillas,

azules del estuario.

 

Las estrellas plateadas

de papel, perdieron el brillo,

no trasforman en castillo,

mi calabaza, las hadas.

 

la abandonó la inocencia,

ha perdido su dulzura,

la carita de la luna.

 

En su mirada, la ausencia,

tiene un rictus de amargura,

lo mismo que la aceituna.