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PortadaDehumoynadaBlanca

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Selección de poemas del libro “De Humo y nada”:

La noche es

La noche oscura ha caído
sobre mi cansada almohada,
regalándome silencios
para el descanso del alma.

Otras noches,
lobos huraños,
se apresuran prestos
sobre la misma almohada,
para aullar con rabia,
letanías bravas
de desconsuelos lentos.

La noche es muy corta
cuando el alma canta,
pero demasiado larga,
para entretener fantasmas
que arrastran,
grilletes con saña,
hasta el despertar del alba.

 

 

Mi malecón

El malecón espera
a que la mar le vea,
a que el viento le toque,
mientras las olas llegan.

El malecón vive esperando
espumas blancas
de arena y sal,
desde la eternidad.

Mi corazón se asoma
al cansado malecón,
cuando te quiere esperar,
aun sabiendo que llegas
de calles oscuras, con humedad,
en la otra parte de la ciudad,
y que hemos quedado en otro lugar.

Mi corazón se asoma,
para que la mar y el viento
le presten cierto
espumas blancas de arena y sal,
para poder perfumar
la otra parte de la ciudad.

Mi malecón espera
a que la mar le vea,
a que el viento le toque,
mientras las olas llegan.

 

Fiesta verde

No cayó una gota
en todo el verano,
y los árboles viejos,
en sus tertulias,
se movían mustios,
cantando plegarias
al dios de la lluvia.

Hoy, del bosque me llegan
gritos de alegría.
El roble, la encina,
el pino, la acacia
ríen contentos,
por las suaves caricias
de las gotas que avisan,
de la lluvia intensa
que amenaza viva
sobre sus cabezas.

 

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Dejaqueelsilenciohable

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Selección de poemas del libro “Deja que el silencio hable”:

 

Deja que el silencio hable

Deja que el silencio hable,
que cada tarde recoja el peso
de las palabras que se dijeron
y la ausencia de las que murieron,
para que sólo queden caricias lentas
en las ruinas caídas
de nuestros míseros cuerpos.

Deja que el silencio nos encuentre,
desnudos de cuerpo y alma,
ciegos a otro presente,
sordos a lamentos y ruegos,
insensibles a cristales rotos.

Deja que el silencio nos ame,
mientras el mundo tiembla.

Primavera del 61

Primavera en el invierno del 61.
Junto a tu pecho, rebosante
de anhelos, de vida nueva,
las lámparas del alma quedan,
eternamente encendidas,
escuchando los susurros tiernos
de mi madrugada.

En los anchos campos
y en las luminosas praderas,
miles de margaritas, cual tapiz irisado,
crean ramilletes de lluvia,
frente a la cristalera resplandeciente,
de mi amanecer.

Al pasar los años, aprendí a vivir
más allá de tu vientre, haciendo mía
la irrepetible poesía que nació
aquella primavera del invierno del 61

¿Quién me ha robado mis 24 horas?

¿Quién me ha robado las 24 horas
que guardé anoche en el último rincón
del viejo armario del sótano, bajo llave
y dos candados? Fui a recogerlas
después de mi agotadora jornada,
y sólo encontré cuatro réditos opacos
y desgastados. ¡Ya no queda nada!
¡Ya no hay vida, ni lluvia, ni fuego…!

¿Quién me ha robado la llave?
¿Quién me ha robado los sueños?

El reloj de arena

El reloj de arena marcó
el comienzo de partida.
No sé de cuál.

Los granos de arena
siguen cayendo,
en metódico compás,
mientras los funambulistas
rodamos penas.

Sólo el último grano dirá
cuál fue el juego
y cuáles eran las reglas.

Sólo el último grano hablará
de la historia que inventamos
al llorar las risas
y reír los lloros,
de los sueños que tal vez,
sólo soñamos.

Días de vino y rosas

Conocimos días de vino y rosas.

Luego vinieron otros, reticentes
e indisciplinados, que enturbiaron el vino
y dejaron mustias las hojas rojas
de nuestras atemporales rosas.

Más tarde, agonizantes, se marcharon
nuestros días, a vivir sus lágrimas
en la penumbra del tiempo.

No queda vino, no quedan rosas,
no queda vida, sólo el olvido.

Bajo el cálido frio

Nos gustaba viajar al sol y con mochila,
pero la eterna casualidad nos trajo
maletas de frío, y palabras diferentes,
con lejanos problemas en los bolsillos.
Santa Claus nos prestó desde las tierras
del norte dos inteligentes bicicletas,
y sábanas de inusitada ternura.
Y, sin darnos cuenta aprendimos a volar
sobre los bosques y lagos, a respirar
serenidad en blanco y negro, a reír
arco iris enredados; a abrir los ojos
a respuestas de signos diferentes.
No hubo lucha contra el tiempo,
ni ansiedad de otros retos, todo fue
sólo armonía bajo el frío cálido.

Luego llegó el calor frío.

 

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PortadaSineHomo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Selección de poemas del libro “SINE HOMO”:

A eso de las diez

A eso de las diez…
Cerrar
la última página del último desvarío,
recoger
mis segundos rotos,
apoyar
mis sentimientos
en un guiño adormilado
y sentir
la última gota de vida.

A eso de las diez…
Rescatar
la mente
de mi sistemático precipicio,
encontrarme conmigo
y olvidar
el mundo que atrapó mi día, para hacerlo suyo.

A eso de las diez,
saber que estoy
y sigo viva.

Esponja de piel adentro

Soy una esponja
exiliada de algún mar,
que aprendió a absorber
la piel del viento
y su canto ambiguo.

Soy esponja
de piel adentro.

Me falto yo

Siempre me falta algo.
Siempre siento
en el fondo de mis días
un remiendo
de imposible costura.

Rebusqué
suturas externas
en mi ignorancia,
pero el tiempo
me ha enseñado
que, casi siempre
me falto yo…
y no hay posibilidad
de encuentro.

Siempre la misma voz

Con la misma voz de siempre,
reiterada, adoctrinada,
–sin decir nada–
alguien quiere
hacerme creer que gano.

En la calle estrecha y sola
que vio discurrir
miles de jóvenes
condenados ya
a un trabajo sin sueldo,
a una vida sin proyecto,
un anciano
recoge comida entre los restos
de una papelera.
¡Qué pena¡
No se puede callar la palabra
de los desahuciados.
¡Qué pena¡
Siempre la misma voz
con los bolsillos prestados
y mirando hacia el mismo lado.
(Lo llaman ser cristiano)

Camino hoy sobre la metáfora

Camino hoy
frente al viento y la lluvia,
que restriegan su furia
contra mi cuerpo
para devolver mi pensamiento
a casa.

Camino hoy
sobre la metáfora,
sabiendo
que su mensaje es eterno:
siempre de frente,
siempre adelante,
contra el viento y la lluvia,
agotada en la intemperie,
esperando invariablemente
el último refugio
del ocaso.

Le pregunto día a día

Todo parece dormido,
sujeto a una pausa del universo,
esperando en la intemperie
una señal del resurgir.

Y sin embargo,
una margarita blanca
reluce en el hielo de las noches,
y bajo el sol escuálido
de las frías mañanas.
Le pregunto día a día
el porqué de sus pétalos al viento
y el color de una mirada
intacta en lunas extremas.
Quiero contarle
que hoy es invierno
y todo es sueño,
pero ella se niega a cerrar
sus ojos, y sólo canta.
Canta la primavera
que ya llegó con ella,
para que yo me entere.

 

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PortadaDadosdeluna

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Selección de poemas del libro “Dados de luna”:

Ironía del destino

Qué pereza
volver atrás
y volver a hacer camino….

Ironía del destino
desestimar por cruel
la permuta:
no paga la juventud
el dolor de la experiencia.

No vale el silencio

Suelen ser tristes mis palabras.
Se arrojan al vacío
desde el mástil
de una humanidad

feliz
por fuera
y rota
por dentro.
Las mismas.
Siempre anquilosadas
en la herrumbre del esqueleto.
Las mismas.
Siempre hincando el diente
en la penumbra.

No vale el silencio
cuando el corazón tiembla…
(a pesar de ver el sol).

Dados de luna

Caen dados
de luna y estrellas
desde el sublime escenario
del universo,
pero el aire
egoísta y rancio
de nuestros ojos
distorsiona la jugada.
Y así, todo baila,
atrapado en la incoherencia.

Rueda
y rueda
el absurdo
–incrementando su base–,
hasta que los dioses recuerden
finiquitar el juego.

En nombre de dioses

¡Cuántas religiones
sometiendo al individuo
a una injusticia continuada!
(En nombre de dioses,
con boca de hombre).

¡Cuánto fariseo
manteniendo diferencias!
Pareciendo buenos…
(Con bandera virtual
y sin derrame
de sangre
hasta una nueva cruzada
o guerra santa).

El cómo

No importa el qué.
Todo depende del cómo,
y el cómo
únicamente depende
de cada cual,
sólo responde
a uno mismo.

Por eso,
–sólo–
dime tu
cómo….

 

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