escritor

El deseo (desiderare)

Ese anhelo crepuscular
que inevitablemente
inunda el alma
de luz de oro rojo,
pasión,
que desde el poniente
como puñales se clava.

Eres hermosa como la luna llena

Eres hermosa como la luna llena.
A veces, al verte, imagino noches
en que tu imagen brilla clara
en el negro firmamento; y yo,
tumbado en el húmedo césped,
sosegado, absorto, abstraído,
te admiro.
Y cuando sonríes desearía
que por un instante se detuviera el tiempo
para poder contemplarte tranquilo,
con pausa, saboreándolo, bebiendo
gota a gota, del cáliz de tu belleza.
Cuando vienes viene contigo
un fresco olor a primavera
que me envuelve y me abraza.
Tanta luz tienes en los ojos,
en tu sincera y franca mirada,
que cuando pestañeas,
por un instante fugaz y pasajero,
se hace la oscura noche.

Eres hermosa como la luna llena.

A María Zambrano

Hasta en las más duras piedras
o el más árido de los desiertos
brotan flores delicadas y hermosas
recordándonos el oculto milagro de la vida
expresado en ellas irracionalmente
en palabra desnuda y viva,
que no busca, ni persigue,
sino simplemente es
con todas sus posibilidades
y humanas limitaciones,
sugiriendo el camino
como lo esboza el mito.
Valiente mujer en un mundo de hombres,
pluma alegre y precisa,
Diotima veinticinco siglos después,
Safo reencarnada,
malagueña por seguiriya:
María Zambrano.

Eternidad desvaneciente

Como de una fuente
emana en ti la belleza,
constante y suavemente:
luz clara, aire ligero,
agua cristalina.

Como un leño en la hoguera
arde en mí tu belleza,
calientes llamas que se elevan,
incandescentes brasas que se caen:
calor enfrentado al frío,
luz en la oscuridad.

Inagotable en ti nace,
en mi finitud muere.

Atardecer en la plaza de Fes

Mil y una golondrinas
revolotean sobre la plaza de Fes
anunciando la noche que está por caer.
Un hombre viejo toca su viejo laúd,
cantando da voz al ayer,
y los niños son marionetas
de cuyos hilos tiran las golondrinas.
El tiempo transcurre pausado,
como tiene que ser.

Epitafio

En esos días en que el sol
al descender por el oeste
se funde en el inmenso mar,
tiñéndolo de oro rojo,
dibuja un largo camino
por el que los pies pesados
no se hunden al caminar.
Si en algún triste crepúsculo
tan bella y mágica senda
se te llegase a presentar,
no lo dudes y síguela,
camínala hasta el final
pues allende el horizonte,
es donde me vas a encontrar.