A solas con Selene
La noche está silenciosa
la luna en el cielo brilla,
yo la busco temerosa,
ella apenada me mira.
– ¿Qué te sucede mi niña?
¿Quién borró de forma cruel
la dulzura de tus ojos
y el candor de tu sonrisa?
¿Qué desatadas envidias,
rencores, hipocresías,
acechan en torno a ti
y envuelven toda tu vida?
– ¡Ay luna! Mi fiel amiga,
compañera de fatigas,
cubre mi cuerpo esta noche
con esa luz blanquecina.
– Cuéntame de tu infortunio,
yo te escucho complacida, mas…
no quiero que ni una lágrima
resbale por tus mejillas.
Una vez ya te lo dije…
“Ningún hombre se merece
que llores por él…chiquilla”.
Ahora serena ese rostro,
y sigue, sigue con tu letanía.
– ¡Ay luna! Fue todo tan hermoso
que en un cuento me creía;
mas yo siempre le preguntaba
con sincera ingenuidad…
me mientes?…
– ¡Claro que no! ¡Cómo podría!
y algún día tú serás,
mi princesa…sólo mía.
Sin embargo, algo oscuro,
una sombra se cernía,
la maldad hecha mujer
se cruzó en nuestras vidas.
– ¿Será verdad que nací
para jamás ser querida?
– No digas eso, mi bien,
tu nobleza es infinita,
jamás causaste daño alguno
ni a quien bien lo merecía.
Eres como una avecilla
en una jaula metida,
o como esa bella rosa
con afiladas espinas.
– ¿Sabes luna? Yo lo quise,
y me entregué como nunca,
y me desnudé ante él
sin tapujos ni ataduras.
Fueron tan sólo unos días,
unas horas tan intensas,
que jamás las cambiaría
por años de mi existencia.
La pasión adormecida
despertó como un volcán,
vomitando con fiereza,
fuego y también ceniza.
Tú, luna, fuiste testigo;
desde el Cielo nos veías.
Yo me aferraba a su cuerpo
y él buscaba mis caricias,
las manos entrelazadas,
los besos que se perdían,
jadeos que se escapaban
cual tibia y suave brisa.
– ¿Me quieres? Le preguntaba…
– Sabes que sí…vida mía.
Y yo miraba sus ojos
y no hallaba la mentira.
– ¿Y qué pasó niña mía?
Habla, no guardes nada en tu pecho.
Deja que sangre la herida.
– Todo acabó. Se marchó.
Yo contemplé su partida.
Y no quise escuchar a nadie
ni tan siquiera a mí misma.
Pasó un tiempo y aquella sombra,
aquella sombra maldita,
hizo muy bien su trabajo
sembrando cizaña y mentira.
– Pero dime…¿él no te creyó?
– No, mi luna, no me creía,
y empezó a desconfiar
de quien menos culpa tenía.
Quise huir…marcharme lejos,
encontrar cualquier salida,
tal vez, buscar en la muerte,
¿valor? ¿o más bien la cobardía?
– Calla, pequeña, eso nunca…
la vida es bien bonita,
y quien te ha tratado así,
piensa que no te merecía.
– No lo sé, ya no sé nada…
tan sólo que le quería;
que fui feliz a su lado
y le di lo que tenía.
Y si es pecado amar
no siendo correspondida.
Mea culpa, soy culpable,
la culpa es toda mía.
– Mi sensible y tierna niña.
Deja que mi nívea mano
recoja esa perla líquida
que resbala temerosa
por tu pálida mejilla.
Yo sé de tu fortaleza
decisión y valentía,
mas si cierras esta puerta
deja abierta una rendija.
Allá en el horizonte
Allá en el horizonte
donde el sol está muriendo,
se ve el monte de las Ánimas
todo envuelto en el misterio.
¿Se oirá tañer la campana
en el día de los muertos?
¿Saldrá espectral procesión
de las almas sin sosiego?
Así lo narraba Bécquer
en su leyenda, en su cuento,
y así deseo yo imaginarlo
aunque me recorra el miedo.
Las sombras ya van cayendo,
a lo lejos…muy distante
parece que gime el viento
en lastimoso quejido,
yo diría que es lamento…
Se hiela mi corazón
y la sangre de mi cuerpo.
Las ánimas son de aquellos
que murieron sin auxilio
y buscando algún consuelo,
en la noche de Difuntos
entonan un Miserere
que se escucha en todo el pueblo.
Relatan los lugareños,
que así expían sus culpas
y alivian su sufrimiento.
Quiero volver a Castilla
Quiero volver a Castilla
quiero volver a acunarte
con el murmullo del agua
y mis versos…a la tarde.
Río manso que transcurres
por estos yertos parajes,
donde la primavera brota
de tus ramas invernales.
Quiero volver porque siento,
que allá…en alguna parte,
tengo que dejar mi huella
así como tú la dejaste.
Quiero volver pues mi sueño
sólo se cumplió en parte,
no vi los álamos dorados
ni el Duero susurró mi nombre.
Quiero volver al Espino…
subir y dejarte flores,
contarte toda la pena
que me traje en el equipaje.
Quiero volver…mas no creo en milagros,
ni en quimeras, ni en azares,
jamás escucharé las palabras
que tú con amor pronunciaste.
Muerta sí…pero qué dicha
haber sido su amante,
fiel esposa, mujer niña
compañera inseparable.
Muerta sí…mas yo te envidio
porque te amaron y amaste
¿qué puede haber en el mundo
más hermoso y más grande?
Cuando yo ya me haya ido
Cuando yo ya me haya ido,
cuando ya no esté en la Tierra,
cuando mi espíritu vague
errante entre la niebla;
no quiero que nadie llore
falsas lágrimas de pena
ni quiero que las beatas
murmuren…¡qué buena era!
no quiero misas ni rezos
que contengan palabras huecas,
ni fotos, ni flores…nada…
nada que adorne la fría piedra.
No quiero que vistan negros lutos,
ya los tuve de pequeña…
y de nada me sirvieron;
cuando partes…no regresas.
Quiero que se me recuerde
pluma en mano…ante un albo papel
escribiendo algún poema,
con la mirada perdida
en una tarde serena.
Quiero que se me recuerde
como una mujer que amó
con pasión…con total entrega,
y nunca causó daño alguno
aunque nadie la creyera.
Quiero que se me recuerde
volando libre…como un ave,
sin ataduras ni rejas;
un alma que buscó incansable
el amor a manos llenas.
Quiero que mi legado sea
una vida de experiencias,
donde tuvo su cuna el dolor
mas también el placer y la belleza.
Cuando los años transcurran,
cuando ya nadie se acuerde
de aquella infeliz mujer
que esperaba temerosa
una eterna primavera…
alguien en algún lugar
encontrará una nimia libreta
y en ella recorrerá
verso a verso…su vida entera.
Quiero al fin que mis cenizas
duerman en aquella tierra
donde una vez fui feliz
…donde vivió mi poeta.
Que el viento haga con ellas
remolinos de quimeras;
corre viento, no te detengas,
concédeme la paz eterna.
Y quien quiera que me busque
en tu orilla Duero…en tu ribera,
en tu dorado paisaje,
en los álamos…en las estrellas.